Los pobres en la calle


Desde el Gobierno se dan golpes de pecho como víctimas de múltiples ataques; en confesión desgarradora de su incapacidad para contener a quienes dicen que les atacan. Tienen todo el poder, todas las armas y todo el dinero, pero perdieron el espacio para la maniobra porque no saben qué hacer en medio de su ineficiencia a la hora de satisfacer las demandas de la sociedad.


El vil egoísmo no puede volver a triunfar. Quienes están en la calle, bien porque manifiestan su descontento en ejercicio pleno de sus derechos constitucionales, bien porque se suman en inexplicable sumisión a las colas frente a las puertas de los supermercados o abastos; no asisten por causa de un nombre, de un hombre o una mujer. Ellos van a la calle, en procura de su destino -inmediato o futuro- porque el país los impulsa, los obliga, los exige, los demanda.

El pueblo está en la calle, en diversidad de opciones, pero todos por la falta de diligencia para atender las demandas sociales, todos por la irresponsabilidad, la incapacidad y la corrupción que no permiten un tránsito directo y sin escalas hacia el progreso, el desarrollo y el crecimiento del país.

Algunos pensaron que podrían sentarse sobre las bayonetas. Hoy está claro que la cúpula pretende mantenerse en pie gracias a la acción vandálica de los paramilitares, irregulares, violentos y armados que llaman colectivos. Las acciones pacíficas -incluyendo el miedo de los pobres- de los últimos días desnudan esa verdad.

Los intelectuales claman por las condiciones ideales. Pues ahí están. Otros, porque los pobres acompañen las manifestaciones, como si alguna vez los pobres han dejado de protestar; despacharlos por egoísmo, porque la convocatoria "se hizo en unidad, pero sin mí"; sería la traición a la patria más grande acontecida por estos predios.

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